El procedimiento de divorcio supone siempre una ruptura. La materialización del fracaso de un proyecto común para los adultos, y el desmembramiento de la unidad familiar tal y como la venían conociendo para los menores. Es por tanto un proceso difícil para las partes que lo conforman, y para aquellos que colateralmente forman y han formado parte de alguna u otra forma, de ese matrimonio. Es por eso, que las tan necesarias: prudencia, cautela y delicadeza, no pueden dejarse a un lado por parte de los profesionales a cargo del asunto, quienes deberán velar siempre por los intereses, pero también por el bienestar de las personas afectadas.
Existen dos vías para llevar a cabo la disolución del matrimonio, la contenciosa y la del Mutuo Acuerdo. Siempre se convendrá decantarse por una u otra en función de las circunstancias que rodeen a la pareja y de la situación en la que su relación se encuentre. Aunque la vía del Mutuo Acuerdo siempre resulta la mas beneficiosa. Menos lesiva, costosa y lenta.